El nuevo disco de la multifacética artista es un manifiesto a favor de la naturaleza que nació en el monte de Villa de la Quebrada -donde vive- y se extendió a la temperamental Pachamama.
Muy esperado por el ambiente musical de la provincia, el nuevo disco de Claudia Prett cumplió las expectativas. Seis canciones que tienen al cuidado de la naturaleza como tema central y que fueron creadas monte adentro, en los campos de la Villa de la Quebrada, el lugar que eligió para vivir, conforman la nueva obra de la cantante, artista plástica y fotógrafa.
El álbum tiene un elocuente título: se llama “La Pachamama está caliente” y puede referirse tanto al calentamiento global como al enojo que la tierra expone por las acciones depredadoras del ser humano. Claudia dijo que el público al que van dirigidas sus canciones no tiene un perfil definido y que preferiría que lleguen a cualquier persona, en cualquier lugar del mundo.
La artista está por cumplir 62 años, nació en Austria, pasó su niñez en Alemania con una madre colombiana y un padre austríaco y a los 11 años se radicó con su madre en el campo de Medellín, donde, cuando terminaba la secundaria conoció a Hugo Medina, un músico argentino que estaba de gira con su grupo y evadía la dictadura militar argentina. Con él, Claudia armó Huanaco rock y se instaló en Río Cuarto, sede anterior de su radicación en San Luis, en 1986.
Pese al tiempo transcurrido, todavía en el habla de Prett hay un acento europeo que el monte argentino no ha podido quitar. “Para mí, vivir acá es estar en la Universidad del campo. Yo sé hacer todo lo relacionado a lo rural: sé carnear, sé estaquear, sé cuerear, sé poner un piso”, dice con orgullo la artista.
Entre las cosas que mejor sabe hacer Claudia está la música. Y “La Pachamama está caliente” es una demostración de eso. El disco -subido el viernes a las plataformas- fue grabado en La casa de la música en noviembre del 2024 con el notable Gustavo Bordagorry como productor y una banda que incluye a la bajista May Alba, integrante de “Nosotras-tan-bien”, y Matías Ponce de León, baterista y encargado de la mezcla y la remasterización.
“Esos músicos que andan por los 30 años -sostuvo Prett- escuchaban mis canciones cuando eran chicos porque siempre les interesó el under. Trabajar con ellos ahora es un placer”. La artista anunció que con el mismo equipo editará su próximo disco, sobre el que ya empezó a trabajar.
El paso del tiempo, el avance de las tecnologías en el aspecto social, el mundo oriental y la meditación son otros de los elementos que Claudia incorpora a su música y a su vida personal. El primer tema del disco se llama “Las trampas del poder” y, lejos de tener un sentido político, narra los atrapes que se pueden tener en la vida adulta, cuando se cree que se es libre. “También tiene que ver con el amor”, señaló la autora.
El plan de la música para su vida en Villa de la Quebrada es levantarse todos los días y acrecentar su autoconocimiento, “observarse a una misma, plantearse a cada minuto sus relaciones y hacer un escaneo de la vida en general”. En el medio, convive con el monte y las raíces, como hizo para componer los temas del disco.
Para hacer las canciones, Prett -que años atrás supo mostrarse en San Luis con el grupo “Los Prettzels”, ahora disuelto- se internó en el campo con la intención de sentir el ambiente, no solo pensarlo. “La naturaleza es la mejor maestra, ahí no hay idealismo ni nada, la vida y la muerte se suceden constantemente en un círculo interminable”, agregó la mujer, que tuvo sus partos en su propia casa, también de manera natural.
Uno de los temas que más le preocupó a Claudia en su estadía puntana fueron los incendios forestales y sus devastadoras consecuencias sobre el bosque nativo. La artista fue una de las más activas en la reforestación de la zona y la observación de los troncos quemados le sirvió para emprender la escultura, otra de sus manifestaciones artísticas.
La voz límpida de la cantante no requiere, según ella, ningún trabajo especial más que levantarse y acostarse temprano, no fumar y hacerla sonar “desde lo emocional”. “Canto imágenes que tienen algo de teatral, las elaboro desde el sentimiento, desde el hecho de haber vivido las cosas que canto”.
Hace 37 años Claudia se casó con un puntano que la invitó a vivir en San Luis, en el campo de su familia, tras el breve paso por Traslasierra. “Ahí empezó -recuerda- nuestra lucha por el ambiente, por los árboles, por cuidar animales, por tener una vida sustentable y cuidar de las gallinas”.