Jocelyn denunció por abuso a su vecino. El acusado se fue con custodia policial y su casa fue incendiada por vecinos. La justicia, ausente. El barrio, entre el miedo y la bronca.
“Me llamo Jocelyn Silva. Soy la chica que fue abusada por este hombre de 51 años, Gustavo Lázaro”. Así comienza el testimonio crudo y valiente de una joven del barrio Eva Perón, que denunció a su vecino por abuso sexual. Su relato no solo expone el horror vivido, sino también el destrato institucional y el abandono judicial.
Mientras Jocelyn vive con miedo frente a la casa del agresor, quien fue visto libre y hablando “como si nada”, el acusado cargó sus pertenencias en un camión y se retiró del barrio con custodia policial. Todo esto ante los ojos de una comunidad indignada.
“La comisaría 39 no me apoya sinceramente. Están cuidando su casa. A cada rato pasan patrullas. Siempre hay una camioneta afuera, como si fueran sus custodios”, denuncia Jocelyn. “Yo no estoy tranquila. Psicológica y físicamente esto me está destruyendo”.
La bronca estalló el domingo
Estos episodios alcanzaron su punto cúlmine el pasado domingo cuando un grupo de vecinos incendió la vivienda del acusado en el anexo 2 del barrio Eva Perón, en lo que claramente se encuadra como un hecho de justicia por mano propia.
Según el informe policial, primero se concentraron frente a la Comisaría 39ª, donde reclamaron justicia. Luego, ya en el domicilio del acusado, la situación se descontroló: hubo pedradas, rotura del portón y finalmente la invasión al inmueble. El fuego se desató luego de que se arrojara **una mezcla de pintura y nafta**, según fuentes oficiales.
El saldo fue grave: personas heridas con quemaduras y una mujer descompensada, todos trasladados al Hospital Ramón Carrillo. El operativo requirió la intervención de Infantería, Comando Radioeléctrico, Bomberos y Judiciales.
“No quiero que otra chica pase por lo que yo pasé”
Jocelyn, que vivió esta situación en carne propia, apunta también a la responsabilidad de la familia del agresor: “La hija me entregó al padre sabiendo lo que hacía. Esto viene desde hace tiempo y lo han cubierto”.
Su testimonio se vuelve aún más potente al revelar que otras chicas del barrio también habrían sido víctimas, pero no se animan a hablar. “No se imaginan lo que me cuesta dar la cara. Pero lo hago porque no quiero que esto le pase a nadie más”.
Mientras la justicia permanece en silencio y las instituciones parecen proteger al denunciado,la indignación social crece y el barrio habla por sí solo: el fuego del domingo no solo quemó una casa, también encendió la alarma sobre una realidad que ya no puede seguir ocultándose.