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viernes, junio 27, 2025
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Guadalupe, la nena que no está en ninguna parte pero está en todos lados

La cara de la nena y su sonrisa recorren la ciudad pero hace cuatro años nadie sabe dónde está. Desapareció un 14 de junio y desde entonces su familia y toda la provincia tienen una sola pregunta.

Guadalupe Lucero está en todos lados, pero nadie la encuentra. Se la ve a diario pero no está en ninguna parte. Está en una nena de cuatro años que pregunta quién es la dueña de la sonrisa que cubre la luneta de los colectivos, los taxis y los patrulleros. Está en los murales que se hicieron en la ciudad para recordarla. O para buscarla. O para recordar que hay que buscarla. Guadalupe está en las lágrimas de los nenes que lloran sin saber por qué. Guadalupe está en el aire, pero nadie la puede ver.

Guadalupe está en las paredes, en los stencils con su nombre y con el nombre de cualquier nene perdido en el país. Está en la familia de Loan Peña, que vive la misma angustia y se hace las mismas preguntas. Está en las charlas de café, en el dolor de una madre que cada vez que se pierde un nene tiene que salir a recordar que su hija también está perdida. Porque algunos se olvidan de eso.
Guadalupe está en las nueve velitas que tendría que soplar este año. En su remera de Lilo y Stitch; en la desazón de un padre que en sus últimas declaraciones dijo que en la Justicia nadie le da respuestas. En las pancartas de Juventud y Estudiantes que pedían su aparición y en la memoria embarbijada de una pandemia que estaba dando sus últimos pasos.

Guadalupe estuvo, lamentablemente, en la última campaña electoral, traída de la forma más perversa por los medios educados y enviados por el oficialismo provincial que conectaron con singular memoria la candidatura de Darío Neira, jefe de una policía que todavía tiene una cuenta pendiente, con un hecho tan doloroso como inolvidable. Es raro que la política tenga las manos limpias, pero ensuciarse en nombre de una víctima parece demasiado.

A propósito, Guadalupe debería estar en la mente permanente de la ministra de Seguridad, Nancy Sosa; del jefe de Policía –en caso de que ese cargo todavía exista o esté ocupado por alguien- y, por supuesto, del gobernador Claudio Poggi. Porque las promesas electorales de ocuparse del caso cuando llegara al gobierno han sido impunemente incumplidas. Porque no se recuerda ninguna acción de la administración actual inclinada a encontrar a la nena.

Guadalupe está, entonces, también, en el olvido. Está en cada uno de los policías que salieron a buscarla en medio del frío y la desolación. Está en los vecinos que ayudaron en la pesquisa. Está en una canción muy emotiva de Fernando Quevedo, exlíder de Los Fulanos, que se llama “Guadalupe” y que dice “cada noche sueño que tu voz/me reclama desde algún lugar”. Está en cada invitación que “Los manyines de Cuyo” hicieron a la madre de la nena para que suba a los escenarios en sus recitales. Está en el cuplé que la murga “El Enjambre” hace sobre la violencia de género.

Guadalupe Lucero está en el frío que aquella tarde del 14 de junio de 2021 en que la vieron por última vez. Está en las marchas que piden por que no haya ni una menos, en las que piden por los jubilados y en las que reclaman por el ajuste. Está en los más de 100 testimonios que tiene un paralizado expediente judicial. Está en las fotos que invaden las redes sociales, en el Día del Niño, en Navidad, en Pascua, en el Día del Padre y de la Madre.

Hace cuatro años su nombre se convirtió en permanente presente, en un día detenido en el tiempo. ¿Dónde está Guadalupe?, la pregunta que se hace todo un país sigue sin respuestas, aunque la extraña fantasía, el deseo con sus alas, la esperanza que no es solo un color nos responda una y otra vez que su sonrisa está en todas partes. Pero que sigue faltando.

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