Los ganaderos están en agonía, afirman que el futuro es un desastre y reclaman por la inacción de los gobernantes.
Los remolinos de tierra, el suelo resquebrajado, las represas secas y las vacas huesudas levantando polvareda al caminar son parte del paisaje repetido desde hace meses en la zona rural del norte santafesino. En los departamentos Vera, Nueve de Julio y en el oeste de General Obligado casi no ha llovido en todo el año, apenas cayeron unos pocos milímetros de manera esporádica que no llegaron ni a humedecer superficialmente los potreros.
La sequía que golpeó durante tres años consecutivos a gran parte del área productiva nacional y se agravó hasta convertirse en la más severa de las últimas décadas en la campaña agrícola 2022-2023 todavía persiste en esa región. Pese a los datos que anunciaron la retirada de La Niña, el evento climático responsable de ese déficit hídrico, y la llegada de El Niño con lluvias por arriba de los niveles habituales a partir de marzo en las zonas afectadas, allí el panorama sigue siendo crítico y no hay ni una gota de agua ni pasto para suministrarle al ganado.
“La situación es desastrosa, angustiante, deprimente, apocalíptica, ya no sé cómo adjetivarla. La mayoría de los productores está ya en plena agonía”, describió el veterinario Sebastián Volkart, presidente de la Sociedad Rural de Vera, productor y asesor privado en diálogo con Clarín Rural. Hace cuatro años que en ese departamento del norte de Santa Fe, donde los valores normales de precipitaciones oscilan entre 1000 y 1200 milímetros anuales, sufren el déficit hídrico. “Las últimas lluvias fueron de 3 o 4 milímetros, ni las contamos”, dijo Volkart.
En el departamento Nueve de Julio, “la situación es espantosa, estamos comprando agua y pasto, no hay nada nada de nada; las vacas en el campo van levantando tierra ¿me entendés? con una polvareda como en un camino, es terrible, ves tierra por todos lados”, contó el expresidente y actual vocal de la Sociedad Rural de Tostado, Jorge Mercau.
En ese escenario, muchos productores no tienen otra opción que pagar por la provisión de forraje y agua para mantener vivos a los animales, otros, sin recursos para hacerlo, los venden para sacarlos del campo. En los remates de la zona de Vera se solían ofrecer alrededor de 600 cabezas, pero hoy, producto de la sequía, están llegando a 1200, un indicador de la aceleración del desprendimiento de ganado al que se ven obligados los ganaderos y de su descapitalización. “Los productores se están fundiendo laburando, su stock de hacienda se redujo considerablemente. No tenemos nada agua en los campos, los animales se mueren o los tenemos que malvender”, lamentó el veterinario.
De Vera al norte, donde predomina la ganadería sobre pasturas naturales, los arroyos, esteros y lagunas están secos; las represas que se utilizan para acopiar agua de lluvia hace largos meses que están vacías; y las napas, que se encontraban a 15 metros de profundidad, hoy están a 25 o 30 metros. Además, en las perforaciones que tienen algo de agua, el contenido de sal es tan alto que resulta intomable. “Si ves las imágenes, te asustás. Las vacas se están cayendo como moscas por el mal estado y no se levantan más. Si no llegan a una feria, se mueren”, relató Volkart. Y aseguró que esto se va a notar en los números de la próxima campaña de vacunación. “Se va a reducir de una manera significativa el stock del departamento tanto por las muertes como por las ventas, también por el traslado de hacienda a otros lugares y por falta de nacimiento de terneros”, aseguró.
“Hay una mortandad del doble de lo normal por lo menos, no te puedo cuantificar exactamente el porcentaje, pero si lo normal es el dos o tres por ciento, habrá un cinco o seis por ciento de mortandad. El futuro es un desastre”, sostuvo el expresidente y actual vocal de la Sociedad Rural de Tostado, Jorge Mercau.
Eduardo Moral, que se dedica a la ganadería desde hace 46 años en Las Gamas, un pueblo ubicado 20 kilómetros al oeste de Vera, está “muy desanimado” por la realidad que le toca atravesar. Ya en marzo de 2022 tuvo que llevar su rodeo a otros campos por falta de alimento y agua. “La estamos peleando pero son más de tres años de sequía muy fuerte, entramos al invierno con los campos muy pelados y las vacas con un estado corporal muy malo, la verdad es que es una situación desastrosa y muy angustiante, estamos agotados física y mentalmente”, expresó.
En la zona de monte, contó “se ven a las vacas tipo chivo, mirando para arriba a los árboles y arbustos, comiendo lo que pueden, rameando, viendo si agarran una fruta de guayacán que tiene algo de proteína”. Con suerte, si llegan a tomar aunque sea un poco de agua buena, se mantienen en pie. No obstante, indicó Moral, “esa vaca está lejos de tener un estado corporal como para preñarla, habría que esperar por lo menos 60 días después de buenas lluvias y tendría que llover ya, en septiembre, como para preñar en enero o febrero”, explicó. “El panorama es totalmente desalentador y no hay ningún gesto ni de parte del gobierno nacional ni del provincial para ver cómo se puede paliar esta situación”, agregó. De acuerdo con Volkart, “el pequeño productor, de menos de 30 cabezas va a desaparecer, ya van desapareciendo muchos, se están extinguiendo”.
Para mantener vivos a los animales, los ganaderos del norte santafesino deben comprar agua a diario. Un camión cisterna de 30000 litros alcanza para abastecer durante un día a entre 500 y 600 cabezas, es decir, al rodeo de un establecimiento de mediano a pequeño para la zona, y cuesta entre 50000 y 6000 pesos más IVA si debe trasladarse pocos kilómetros. Sin embargo, “ya no hay plata para pagar un camión de agua y ya no hay de dónde buscar en algunos lugares”, advirtió Volkart.
Asimismo, los productores tienen que comprar forraje para alimentar a sus animales, un insumo que escasea y está caro. “El pasto no tiene precio, yo tenía una reserva de dos bolsas de maíz picado que tienen un costo aproximado de 3 millones de pesos -previo a la devaluación- y eso me duró para alimentar durante dos meses a 300 vacas de cría, ahora no sé qué voy a hacer, si vender hacienda o comprar otro tipo de forraje que puede ser cascarilla o semilla de algodón que hay en la zona”, detalló Mercau. “Estamos continuamente comprando agua, todo todos los días, además de pasto, y ya no hay nada, se está comprando lo que sea, es muy, muy feo el panorama”, expresó el productor de Tostado.
Cuando los recursos ya no dan para más, los productores se encuentran obligados a vender. De marzo en adelante, cuando empezó a escasear la lluvia en la región y ya no había reservas hídricas, muchos empezaron a desprenderse de hacienda: “Primero con la vaca vieja, la vaca que no tenía preñez, después los terneros y ahora, el productor está vendiendo lo que puede, como puede, y va subsistiendo, tratando de aliviar el campo lo máximo posible. Por supuesto que toda esa hacienda fue forzosamente malvendida, a precios muy malos”, dijo Mercau..
Para peor, en el actual contexto macroeconómico, “una vez que vendés, no tenés mucho para pensar, tenés que quemarte los pesos enseguida porque es impresionante la devaluación y no se puede pensar en qué hacer el día de mañana porque la gran incertidumbre no te ayuda a programar nada”, señaló Volkart. “Es un combo perfecto apocalíptico”, lamentó.
La situación es límite. “Vamos a tener una repercusión muy grande en la preñez del año próximo y calculo que habrá 100000 cabezas menos en el departamento Nueve de Julio, es una situación inaguantable, hoy necesita asistencia tanto el productor chico como el mediano y el grande”, advirtió Mercau.
En el norte santafesino solo esperan que empiece a llover y que el clima les de un respiro lo antes posible. “Se lo pedimos a la naturaleza porque sabemos que con el Gobierno no podemos contar para nada, no estuvieron a la altura de las circunstancias: del nacional no recibimos absolutamente nada y del provincial 200 millones de pesos, creen que con eso alcanza para ayudar a todos los productores de un departamento tan extenso con tantos animales y tan complejo como Vera”, dijo el presidente de la Sociedad Rural de Vera.
Siendo 16 de agosto, en esa localidad el termómetro marca 34° y sopla un viento norte intenso. Los pronósticos anticipan una lluvia de apenas 1 milímetro para el 17, y solo les queda la esperanza de que los meteorólogos fallen.
“No tenemos agua ni pasto ni fondos ni recursos y la situación está empeorando día a día”, remarcó Volkart. “Estas catástrofes se solucionan con herramientas financieras para los productores, créditos accesibles para que inviertan en infraestructura y puedan hacer aguadas, pasturas, verdeos, reservas forrajeras o hídricas, esas herramientas nunca existieron”, subrayó.
“A los políticos lo único que les importa son las elecciones pero la parte productiva y social no les importa nada”, opinó Moral. “Están en otra dimensión, no tienen empatía, da bronca escuchar a los funcionarios hablar como que la sequía ya pasó. La Niña acá no terminó un carajo, está más mala que nunca”, enfatizó Volkart.