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jueves, diciembre 5, 2024
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Copagos: cada vez más médicos los cobran y dicen que las prepagas hacen la “vista gorda”

  • El cobro de adicionales por parte de profesionales de cartilla está “generalizado” por los bajos honorarios y las demoras en los pagos.

“Después de mucho reclamar a una de las prepagas más grandes del país, pusimos un copago, que desde ya no debíamos cobrar, para forzar la negociación. Así, cuando se fueran a quejar los pacientes, nos iban a llamar y decirnos ‘che, están incrementando lo que paga el afiliado’, y capaz algo se movía”. Con estas palabras, una psiquiatra que atiende por fuera del radio metropolitano explicó la lógica por la que muchos profesionales de la salud están cobrando copagos a sus pacientes: la silenciosa protesta de los médicos.

No hacen piquetes, no cortan la calle. Protestan contra la inflación y el sistema de salud insustentable por el que perciben honorarios de un par de miles de pesos, a 60 o 90 días, en los mejores casos. Si no lo hacen de manera “corporativa”, como determinó hace poco el colegio de médicos de Mendoza, la protesta ocurre silenciosa, de manera individual, puertas adentro, en el consultorio.

Es improbable que el paciente se queje, explicó una alta fuente del sector privado de la salud. O es consciente de la crisis y los malos honorarios de los profesionales (o sea que se sensibiliza con su causa), o el desaliento por el contexto general lo lleva a resolver fácil, expeditivo, billetera en mano.

Pero, si tantos médicos están protestando silenciosamente a través de estos copagos, si tantos especialistas, como apuntó Jorge Iapichino, secretario de Hacienda de la Confederación Médica de la República Argentina, “están completamente hartos y entendieron que sencillamente no pueden más, no dan para más”, una pregunta lógica es por qué las entidades de salud no ordenan la situación de algún modo.

Las prepagas ante los copagos ilegales

Como ya contó Clarín hace unos días, la explicación que dan desde las entidades de salud es que, ante la denuncia de un paciente, envían una advertencia a la institución o el profesional que esté pidiendo copagos, y eventualmente lo desplazan de cartilla.

¿Éramos más tolerantes? Desde siempre, cirujanos u obstetras considerados “eminencias” cobran adicionales en determinados contextos. Por ejemplo, uno va regularmente a la consulta, pero si además pretende que la eminencia (y no un tercero de su equipo) lleve a cabo la práctica en cuestión (el parto, la intervención quirúrgica…), debe pagar honorarios aparte.

El tema es que, estimó Iapichino, “en comparación a, digamos, dos años atrás, esta situación de pedir copagos se multiplicó por diez, por lo menos”.

Los médicos dicen que cobran los copagos por las demoras en el cobro de sus honorarios, que además son bajos. Foto ShutterstockLos médicos dicen que cobran los copagos por las demoras en el cobro de sus honorarios, que además son bajos. Foto Shutterstock

Con estos elementos sobre la mesa, una tercera fuente, ex funcionario del sector, dijo lo que, aparentemente, no está bien decir. Que desde las prepagas “un poco actúan y otro poco hacen la vista gorda“.

Según explicó, “existe un acuerdo tácito entre algunas prepagas y prestadores (en general individuales y no institucionales) de mirar para otro lado y dejar que cada uno cobre lo que le parezca”.

Pacientes vulnerables

El copago puede tomar las formas más estrambóticas. Una oftalmóloga especializada en una suerte de kinesiología o rehabilitación ocular atiende varias prepagas, pero cobra (sin facturar) una especie de piolín de pizza que tiene hilvanadas un par de cuentitas que el paciente se llevará a casa para hacer la gimnasia de enfocar-desenfocar de cerca-lejos. Es un objeto que un niño de sala de 4 podría fabricar, pero ella lo cobra más de 1.000 pesos. “Hay que comprarlo”, le dice a los pacientes, sin dejar un margen de opción.

En un conglomerado de consultorios médicos porteños se pide un plus en concepto de “cargo por el mantenimiento del lugar”. La gente paga.

Hugo y Silvia ven normalmente a un médico clínico que ya desde la pandemia pide 3.000 pesos adicionales por consulta, además del token correspondiente a la entidad que da la cobertura. Por cierto, el hijo de Hugo y Silvia vio a ese especialista también, pero con otra membresía, o sea, por medio de otra entidad. No se le pidió ningún dinero adicional.

Ante el desconcierto, Hugo y Silvia le consultaron al médico. “Mientras la primera obra social paga menos y a 60 días, la segunda paga más y más rápido”, explicó.

A Lorena, que iba a la ginecóloga de siempre, ubicada en un barrio porteño “bien”, ya desde el año pasado la recepcionista le viene pidiendo pagar un “bono”, primero de 1.000 pesos y ahora de 1.500. “No podía pagar el alquiler del consultorio ni los honorarios de la secretaria”, se lamentó la médica, ante su paciente.

¿Alguien se queja de todo esto? Bueno, uno se tomó el trabajo de buscar en la cartilla, de pedir el turno, de esperar las semanas o los meses a la cita. Ya acudió a ella y ahora, de codos apoyados ante el desapasionado recepcionista que cobra dos mangos y solicita el “adicional para el doctor”, uno se enoja, primero; se resigna, después, y finalmente resopla “bue”.

¿Y si el monto es alto? En su tratamiento de fertilización in vitro, Laura veía a una médica de cartilla en un centro de fertilización también de cartilla y estaba cubierta por una ley (la de reproducción médica asistida) que establece que esa práctica se cubra al 100%. Cobertura garantizada por donde se lo mire.

Sin embargo, a Laura le llegó el aviso: “En algún momento del tratamiento, cuando vos puedas hacerlo, sin apuro, la doctora te cobra un honorario adicional de 30.000 pesos, ¿sabés?”. Esto, además de exhibir el token para pasarle cada consulta a la prepaga.

Laura habló con Clarín. Explicó que su caso no iba a servir para esta nota porque “no fue un copago realmente sino un honorario de la médica, pero en negro”. Abrió, de este modo, otro capítulo en esta problemática: la desprotección del paciente por recibir información poco clara o confusa.

Laura pagó, resignada. Quizás, temerosa ante la posibilidad de perder a una médica que le parecía valiosa. No se quejó.

Piquete médico en el consultorio

La pregunta que Clarín se hacía al iniciar estas líneas era si los médicos que están imponiendo esta suerte de contrato compulsivo y unilateral responden a algún patrón en particular. Por ejemplo, 1) ser “eminencias”, 2) ser un poco chantas, 3) tener demasiada demanda y poca oferta horaria o, 4) dedicarse a prácticas que utilizan material descartable, lo que les permite justificar el plus.

Todas las fuentes coincidieron en que no existe tal regla: el pedido de copagos es heterogéno y está generalizado.

Diego Sarasola, neuropsiquiatra y director del Instituto Alexander Luria, explicó que todo es parte de un proceso de decadencia: “Acá hay dos hilos delgados. El primero siempre es el paciente. El segundo, el médico”.

“Que la crisis actual golpea primero al paciente y luego al médico se demuestra empíricamente en dos datos: las demoras en los turnos y la migración de los médicos de las prepagas. Y, yendo más allá, se ve en la baja inscripción a la residencias médicas, que implican una gran carga asistencial. Esto abre un panorama muy oscuro pensando en los próximos años”, advirtió.

Iapichino, desde la Confederación Médica Argentina, entidad que nuclea a las federaciones médicas de las 24 jurisdicciones, que a su vez representan a unos 130.000 profesionales de la salud, coincidió con Sarasola: “El médico no es un victimario. Acá las víctimas son dos, médico y paciente. El origen de todo esto es el desfinanciamiento del sistema de salud, de las obras sociales y de la medicina prepaga. Tiene que ver con un contexto económico general, con el particular del sector y con las malas políticas del país”.

Para Iapichino, el copago no es ilegal, realmente, sino “irregular”. “Los médicos, los jóvenes en especial, dicen ‘no quiero saber más nada con todo esto. Es perverso que te paguen dos pesos con cincuenta a 90 días‘. Están cansados de que la variable de ajuste sean sus honorarios”, señaló.

Luego, concluyó: “Este es el crujir del sistema. A vos te hacen esperar dos meses para el turno y al tipo que hace la práctica lo pedalean dos meses más para pagarle. Yo los entiendo. Están desfinanciados y solo pueden sobrevivir así. Cruje por todos lados. Es sálvese quien pueda”.

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