Los padres de la escuela Cortez Aparicio dicen que no tienen respuesta por las causas del desmayo de 40 alumnos del establecimiento. Después del caos, la tranquilidad no llega.
La mezcla de angustia, incertidumbre, bronca e impotencia que invade a los padres de los alumnos que van a la escuela N° 24 “Luisa de Cortez Aparicio”, en Buena Esperanza, tiene varios motivos y pocas perspectivas de terminar en el corto plazo. El silencio de las autoridades, la visión del Ministerio de Educación y, fundamentalmente, el misterio de qué fue lo que provocó el desmayo de casi 40 alumnos apuntalan el cúmulo de vivencias.
En una respuesta que por rápida pecó, una vez más, de insuficiente, el Gobierno Provincial descartó que los chicos se hayan intoxicado por la comida que recibieron en el colegio o por un escape de gas, las primeras suposiciones que esgrimieron los padres. Pareció más una maniobra para cuidarse la espalda que una contestación responsable y a la altura de la circunstancias.
Los padres no solamente sintieron que la repuesta era evasiva sino que además no dejaron pasar un detalle que el Gobierno había soslayado: dijeron qué era lo que no produjo los desmayos, pero no informaron las causas de los desvanecimientos. En los hechos, los chicos se desvanecieron en la escuela pero no se sabe por qué.
La voz oficial que indicaba que los alumnos habían ingerido voluntariamente una bebida que les produjo la intoxicación generó aún más enojo en los protestantes. “¿Están diciendo que nuestros hijos se drogaron en la escuela?”, preguntó, indignada, una mujer en la puerta del establecimiento, el jueves a la mañana.
La convocatoria de madrugada en la “Cortez Aparicio” surgió luego de que el miércoles a la tarde una serie de mensajes emitidos por las autoridades escolares instaba a regresar a la normalidad al día siguiente. Las sirenas de las ambulancias que se habían escuchado por la mañana, los gritos desesperados de padres y alumnos, el descontrol en el que estuvo la escuela y, sobre todo, la ausencia de una explicación oficial hacían imposible el regreso a la normalidad apenas 24 horas después del caos.
Lo sucedido en la puerta del colegio tampoco aportó a la tranquilidad. Padres a los gritos, desesperados por saber qué estaba pasando mientras algunos de sus hijos seguían internados, solo veían a un grupo de policías que, con esfuerzo, bloqueaba la puerta principal de ingreso. Los insultos a la directora mantenían a la funcionaria atrincherada en su oficina. Algunas versiones indicaron que también el jueves hubo chicos desmayados.
A medida que pasaron las horas, la situación fue subiendo en tensión. Un grupo de padres logró ingresar a la escuela y fue directamente a la dirección, pero otra vez la Policía estaba allí para cuidar a la directivo. Algunos alumnos que fueron a la escuela impulsados por la semana de trimestrales filmaron todo y lo subieron a las redes sociales de inmediato.
Afuera, la situación estaba lejos de calmarse. Y al parecer tampoco había ánimos de que eso sucediera. Antes de subirse a una camioneta de la Policía que la llevaría no se sabe dónde, una preceptora del colegio fue increpada por los padres que pedían alguna explicación. La docente no respondió más que con un gesto del dedo medio elevado. Lo que se dice, un ejemplo para la educación pública provincial.